6.6.20

Dile a la ninfa

Anoche soñé con toda el agua que podría haber: río, mar, cascada y bruma.
También estabas vos, de traje, elegante y altivo, como siempre.
Se suponía que debías estar disfrazado, pero ya no querías jugar.
Estabas de bonito.

Yo hacía mi camino sola y cuando pasaba junto a vos, 
solo te sonreía.
Subí y baje por escaleras, compartí con distinta gente. 
En uno de los descansos había un río, 
un río bajo de agua clara. 
En otro de los descansos
el río se perdía entre las montañas 
y llenaba una cascada 
que no llegué a ver.
Un poco más allá estaba el mar 
que iba y venía 
besándome los pies. 
Todo estaba teñido de blanco e índigo.

Había unos columpios en la orilla y, cuando estaba sentada en ellos, el mar me empuntillaba de espuma la larga falda.
En algunas partes había mucha bruma. 
El río también me mojaba los pies y, al apoyar las manos en su cauce, podía verlas a través del agua.
- ¿Hasta acá es el recorrido?
- No, sigue un poco más, si querés bajar. Ahora, después, te la debo para volver a subir.
- ¿Es muy difícil la vuelta?
- Si, bastante.
- Bueno, entonces tal vez decida buscar otro camino de salida, en vez de volver.

Un río
a la sombra del camino
un valle
marca la fuga del reloj
un cactus
a la orilla de este río
un cactus
que florece libre
refleja la luna

en las comisuras de tus ojos
pestañas dormidas
las hebras de mi pelo
que tejen una trama
con colores de aguayo
en la pared del baño
un verso se desliza
perdiéndose para siempre
algo me hace acordar a vos

abajo del agua,
te canto.

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