Hace un par de semanas nuestro gato se escapó de casa y se pasó ocho horas afuera, descubriendo el mundo, después de 2 años de una acomodada y segura vida en el departamento. Desde ese día, no lo podemos convencer de que se quede dentro, demanda tener la ventana abierta para ir y venir a cualquier hora, y nos despierta a las 6 de la mañana para que le demos pista. Dicen que los gatos se parecen a sus dueños, o subliman cosas de los humanos con los que viven.
Me hizo pensar mucho en el momento post pandemia, cuando había una gran avidez por hacer cosas y socializar; y también en cómo toda esa ebullición se fue calmando después. Algunos inclusive volvieron a desear el confinamiento o, aunque sea, un retiro creativo y un poco de silencio.Hemos tenido muchas discusiones con mi pareja respecto a viajar, migrar, lo que implica sostener un hogar; inclusive sobre la necesidad de cada uno de ser libre, a su manera. Ese día que el michi se fue de parranda justamente estábamos hablando de eso y yo dije: "¡pero si yo ni gato quería tener!". Parece que me escucho, y sonó como un decreto.
Si es cierto que los gatos se parecen a sus dueños, quizá él tampoco quiera cumplir con el mandato de tener que ser el gato de la casa, “limpiar las energías del hogar” o estar para uno cuando se puede ni con la propia existencia. Quizá solamente quiera andar por los techos, cazar bichitos y dormir al sol. Por ahora, él tiene un hogar a donde volver. Lo que no sabe el michi, o tal vez sí, es que es eso lo que lo hace libre.
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