24.11.24

Fantasia (micro relato)

 "En el fondo del pozo parecía de noche, sin estrellas y sin fin." Me sumergí en la oscuridad espesa del infinito con un salto juguetón, un brinco como de cabrita que pasa por encima del alambrado burlando la vigilancia. La espaciosidad sin límites que se abría paso me llamaba como un universo de múltiples posibilidades. 

Salté, y la caída se hizo tan larga que, en realidad, más que caer parecía que flotaba. Estaba como suspendida en el aire, un aire denso, casi con una textura gelatinosa. Aún así, algo avanzaba, sentía el vértigo en las venas y en la piel. Mi cara se empezó a deformar y me di cuenta al percibir que mis mejillas, que siempre habían sido más bien carnosas, se estiraban para arriba hasta la altura de mis ojos, los párpados se abrían, también, con las pestañas haciéndose cada vez más largas y las orejas, bueno, las orejas ya eran algo indescriptible. 

Todo mi cuerpo se resistía a caer, generaba fricción con el gel que me mantenía suspendida en caída libre en un juego de fuerzas y equilibrio. 

En algún momento empecé a sentir frío, la piel se estaba separando de la carne, luego la carne de los huesos, los huesos se desplegaron en segmentos por articulación, luego en células y partículas. Pero todo se dio de una manera muy natural, eh. ¿Miedo? no, miedo no tuve, se sintió como desnudarse. Se sintió como Libertad.


* El entrecomillado pertenece a la escritora Ines Garland.


Huellas (micro relato)

 Es curioso cuando, de pronto, tenes toda la cama disponible para vos pero seguis durmiendo en el mismo huequito de siempre. Ya esta moldeado, es comodo, tiene hasta la forma de tu cuerpo. Entonces en vez de expandirte y ocupar todo el espacio a lo largo y a lo ancho, explorar las diagonales, rodarlo de lado a lado o hacer figuras te quedas en "tu" rincón.


Sera por eso que, cada tanto, es bueno dar vuelta el colchon; y, si las marcas ya no se dejan retornar a su forma inicial y la cartografía de la superficie te hunde, definitivamente, cambiarlo para volver a encontrarse en los llanos.

Sobre la libertad (micro relato)

Hace un par de semanas nuestro gato se escapó de casa y se pasó ocho horas afuera, descubriendo el mundo, después de 2 años de una acomodada y segura vida en el departamento. Desde ese día, no lo podemos convencer de que se quede dentro, demanda tener la ventana abierta para ir y venir a cualquier hora, y nos despierta a las 6 de la mañana para que le demos pista. Dicen que los gatos se parecen a sus dueños, o subliman cosas de los humanos con los que viven.

Me hizo pensar mucho en el momento post pandemia, cuando había una gran avidez por hacer cosas y socializar; y también en cómo toda esa ebullición se fue calmando después. Algunos inclusive volvieron a desear el confinamiento o, aunque sea, un retiro creativo y un poco de silencio.
Hemos tenido muchas discusiones con mi pareja respecto a viajar, migrar, lo que implica sostener un hogar; inclusive sobre la necesidad de cada uno de ser libre, a su manera. Ese día que el michi se fue de parranda justamente estábamos hablando de eso y yo dije: "¡pero si yo ni gato quería tener!". Parece que me escucho, y sonó como un decreto.
Si es cierto que los gatos se parecen a sus dueños, quizá él tampoco quiera cumplir con el mandato de tener que ser el gato de la casa, “limpiar las energías del hogar” o estar para uno cuando se puede ni con la propia existencia. Quizá solamente quiera andar por los techos, cazar bichitos y dormir al sol. Por ahora, él tiene un hogar a donde volver. Lo que no sabe el michi, o tal vez sí, es que es eso lo que lo hace libre.

Dos intentos

 ° Dos sin revisar °

Cuenco y vacío.

~~~~~
Cuando cambio el punto de foco,
cambio la mirada;
cambia el balance y ahí
seguro pierdo el equilibrio.
El agua, en un cuenco, se acomoda
no importa para dónde lo muevas,
sigue repitiendo la línea del horizonte.

Sobre el silencio, la melodía.

La utilidad del cuenco
es su espacio vacío:
la capacidad de contener
infinitas materias que,
de por sí,
no tendrían cómo,
ni donde, ni porqué.

Si no hay vacío, no hay creación.

La pelvis es un cuenco
en perfecto equilibrio
no deja derramar ni una gota
del rojo fluido.
Su dolor susurra:
serás libre
cuando te dejes volar
por las aguas de tu cielo.

~~~
Los espacios esperan ser llenados.
Una silla, un sillón
invitan a imaginar una entidad
que los ocupa.
Un espejo contiene
las imágenes que refleja,
la ventana espera por alguien,
la piel anhela una caricia.
Mis manos
quieren hundirse
en la arcilla de tus entrañas
y crear un molde
que nos contenga
a los dos.

Minina (micro relato)

Las hojas corrían su maratón de otoño en la vereda, la pava silbaba sus octavas en la cocina y el mate se le enfriaba en la mano. Esas semanas habían sido tan frías, mucho más que de costumbre; hacía rato que no salía el sol, las nubes cubrían los cerros y había un extraño aroma en el barrio. Los días transcurrían en lo cotidiano y A LA NOCHE, CUANDO SE IBA A LA CAMA, SE PREGUNTABA CÓMO NO LO HABÍA VISTO VENIR, SI ERA OBVIO QUE PODÍA PASAR.

En realidad no es que fuera tonta, pensaba, es que el proceso fue tan sutil, tan sutil, que se fue aclimatando como cuando baja la luz de a poco y el ojo se acostumbra a la oscuridad. Al principio fue un poco incómodo eso de andar siempre sobre los metatarsos, talones levantados, como en puntitas; los dedos de las manos entumecidos se iban engarrotando. Pensó que serían cosas de la edad y no le hizo demasiado caso. Después empezó a salirle una pequeña protuberancia al final de la columna… raro. Otro día notó que le resultaba más fácil bajar de la cama saltando y aterrizó sobre sus cuatro… ¡¿patas?! ¡¿Qué es lo que estaba pasando?!
Tranquila minina, escuchó decir a su gato.

Origenes



El llanto
como purga emocional o mental,
desintoxicacion de los excesos
cuando no alcanza con vaciar las entrañas.

El grito
como fuga y explosión
de los fuegos que nos abrasan
cuando la caldera no da para más
y la lengua es áspera o vana.

El silencio
como pacto 
de descanso compartido.

El ombligo
como cicatriz ancestral,
recuerdo del origen cosmo-vincular,
cuando precisamos acariciar las raíces,
anclar la alegría en los pies,
aterciopelar la palabra
y suavizar el esqueleto
que respira,
acurrucado,
a los pies de un gato.