Tenía alas en los pies
solían ser suaves,
cuando danzaban.
Han encallecido ahora
al igual que mis manos
y mis entrañas.
En invierno
el aliento frío
del viento
amontonaba nubes
de palabras;
mi horizonte
no se congelaba,
mis sentidos
no se apagaban.
Los mares ardían
las aguas se abrían
a mi paso.
Alguna vez decrete:
"que pueda vivir
siempre en la belleza";
bajo la tierra espero
broten mis pasos
de savia nueva.
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