El llanto
como purga emocional o mental,
desintoxicacion de los excesos
cuando no alcanza con vaciar las entrañas.
El grito
como fuga y explosión
de los fuegos que nos abrasan
cuando la caldera no da para más
y la lengua es áspera o vana.
El silencio
como pacto de descanso compartido.
El ombligo
como cicatriz ancestral,
recuerdo del origen cosmo-vincular,
cuando precisamos acariciar las raíces,
anclar la alegría en los pies,
aterciopelar la palabra
y suavizar el esqueleto
que respira,
acurrucado,
a los pies de un gato.
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