Hay personas que se acuerdan de todo, otras que se olvidan de todo, y otras que hacemos listas.
El asunto con hacer listas es que se van acumulando a lo largo del año, o de la vida. Y en algún momento las tenés que revisar.
En ese revisar te das cuenta de lo que fuiste haciendo y de lo que no, porque las personas que hacemos listas igual nos olvidamos de las listas y de las cosas que anotamos en ellas.
Con toda la suerte, habrá varios ítems que podremos dejar ir con la alegría de la tarea cumplida.
Después hay otros que quedan "para el año", o sea, los pateamos con inocente esperanza y fe en el imaginario cambio de calendario. Hay, también, jeroglíficos indescifrables.
Lo triste es que hay puntos de esa lista que ya fueron. Son los proyectos que nunca concretamos, las citas que pasaron de largo, las ideas geniales que ya no nos parecen tan buenas... Las cosas que nunca jamás. Es como el desarraigo, cuando hacemos un bollito con nuestras mejores intenciones y las dejamos marchar.
En ese revisar te das cuenta de lo que fuiste haciendo y de lo que no, porque las personas que hacemos listas igual nos olvidamos de las listas y de las cosas que anotamos en ellas.
Con toda la suerte, habrá varios ítems que podremos dejar ir con la alegría de la tarea cumplida.
Después hay otros que quedan "para el año", o sea, los pateamos con inocente esperanza y fe en el imaginario cambio de calendario. Hay, también, jeroglíficos indescifrables.
Lo triste es que hay puntos de esa lista que ya fueron. Son los proyectos que nunca concretamos, las citas que pasaron de largo, las ideas geniales que ya no nos parecen tan buenas... Las cosas que nunca jamás. Es como el desarraigo, cuando hacemos un bollito con nuestras mejores intenciones y las dejamos marchar.
El otro día, mientras la cerraba en mi mano, una de ellas me sopló que, tal vez, la existencia en el papel transforme la impermanencia en eternidad.
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